Entre la espada y la pared. Así se sintió Ana Monetti cuando el Gobierno anunció en marzo el inicio de la cuarentena. Su organización familiar quedó patas arriba. Sus tres hijos, que hasta entonces pasaban una buena cantidad de horas en la escuela y otras tantas bajo el cuidado de su abuela, iban a estar todo el día en casa sin poder moverse. ¿Quién se ocuparía de cuidarlos? ¿De enseñarles cuando no entendieran los deberes? ¿Quién iba a encargarse de las tareas domésticas?
Lo primero que pensó Ana fue en pedir licencia o vacaciones adelantadas. Le dijeron que era imposible. “Trabajaba en la Dirección de Discapacidad. Como está bajo la órbita del Ministerio de Salud de la Provincia, no estaban permitidas ni siquiera las licencias sin goce de sueldo”, cuenta Ana.
Sus hijos, de 12, nueve y seis años, no podían quedarse solos la cantidad de horas que ella y su esposo iban a estar afuera. Tampoco podía mandarlos a la casa de los abuelos. “Era un riesgo y no pensaba exponer a mis padres a él. No tuve más opción: decidí renunciar después de 15 años en un trabajo estable. Pusimos las cosas en la balanza. Un sueldo menos en casa es significativo, pero ya buscaré otras opciones más adelante. La prioridad era hacerme cargo de esta situación”, evalúa.
“Con un hijo en primer grado, otra en cuarto y la más grande empezando la secundaria no podía dejarlos a la deriva. Nunca fui ama de casa así que me costó adaptarme. Pero aquí estoy, agotada. Paso el día haciendo cosas con ellos: participo de sus clases, los ayudo con las tareas, cocinamos, limpiamos…”, enumera.
Para Rocío Ravello la situación fue más dura. Ella trabajaba en un negocio de ropa en el centro y la despidieron. De un día para otro le dijeron que no vaya más porque el local cerraba. “En parte me sirvió porque tengo dos hijos, de seis y tres años, y no tenía con quién dejarlos. El problema es que solamente con el sueldo de mi esposo no podemos vivir. Empezamos a hacer malabares para llegar a fin de mes. Ahora estoy haciendo tartas y las vendo. Lo que me preocupa es volver a conseguir un empleo para que podamos salir adelante”, confiesa la joven de 33 años. “Será un año para el olvido”, añade.
Sin dudas es una frase compartida por muchas mamás. La crisis económica de la pandemia ha sido especialmente dura con las mujeres. Miles dejaron sus empleos y muchas de ellas aún no pueden o no quieren salir a buscar otro.
A ocho meses del inicio de la cuarentena, el éxodo femenino de la fuerza laboral ha llegado a niveles alarmantes, sostiene Carina Lupica, especialista en género y autora de varios trabajos para el Observatorio de la Maternidad.
Esto tiene varias explicaciones, según analiza la magíster en Economía y Políticas Públicas. Para empezar, antes de la pandemia, ellas ya estaban en situación de desventaja en el mercado laboral. En segundo lugar, los avances de la igualdad de género podrían verse amenazados por la pérdida de empleos asociada a la pandemia debido a los lugares que las mujeres ocupan en el mercado de trabajo. “Por ejemplo, más de la mitad de los 126 millones de mujeres que conforman la fuerza laboral femenina en América Latina trabaja en condiciones de informalidad. Estas mujeres, que habitualmente sufrían de inestabilidad laboral, bajos ingresos, falta de protección y derechos, de un día para el otro perdieron su sustento diario ante la imposibilidad de salir a trabajar por la cuarentena”, resalta.
También, según Lupica, la crisis de la covid-19 visibilizó y agudizó la carga de cuidados que las mujeres siguen asumiendo de manera principal en sus hogares y que constituye una barrera muy importante para participar del mercado laboral. En la región de América Latina, ellas dedican más del triple de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres.
Señales
Basta con mirar los números de los bonos que dio el Gobierno para corroborar algunas señales de que ellas están peor que los hombres en el mercado laboral. Más de la mitad (56%) de los que cobraron el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) son mujeres, según datos difundidos por el Banco Central.
“El empleo bajó drásticamente y familias enteras quedaron sin trabajo este año. Lo que observamos es que la prioridad en la inserción laboral recae en el hombre. El factor del cuidado de los hijos hace que en medio de la recuperación económica sea la mujer quien demore aún más en conseguir una fuente de ingreso, y deja esta posibilidad en segundo plano”, apunta María Laura Colque, presidenta de la Fundación para el Desarrollo Profesional.
Y hay otro punto preocupante, según la especialista: muchas mujeres temen por su carrera profesional, ya que el cambio drástico de las situaciones familiares, las ubican como intérpretes de resoluciones de conflictos. En cada hogar, especialmente donde hay pequeños, ellas han tomado la mayor parte del trabajo no remunerado, describe.
Sondeo
Un relevamiento que realizó la Fundación para el Desarrollo Profesional en San Miguel de Tucumán demostró que el 80% de las mujeres se hizo responsable de los trabajos domésticos y que ellas fueron las más afectadas por el cierre de las escuelas. Entre las que hacen home office, la mitad asegura que aumentó su carga laboral en horarios y siete de cada 10 se ve en desventaja respecto del hombre. El 80% está preocupada por su crecimiento profesional. Más de la mitad íensa que reinventarse es la mejor solución. De hecho, están pensando en un emprendimiento a futuro o incluso ya comenzaron a realizarlo durante la cuarentena.
La reactivación laboral deberá tener un capítulo especial para las mujeres, coinciden las especialistas consultadas. Actualmente, la situación de ellas es muy compleja y eso las políticas públicas lo tienen que tener presente. “La historia de nuestro país muestra que luego de una crisis económica fuerte, más mujeres quieren participar del mercado de trabajo porque necesitan más ingresos para sostener a sus familias; sin embargo, no logran encontrar empleos”, explica Lupica.
Casos especiales
Mónica Rodríguez, de la Fundación Azul Cea -nuclea a los familiares de niños con autismo-, sostiene que la cuarentena ha sido más severa con aquellas mujeres que tienen a cargo chicos con alguna discapacidad.
“Muchas mamás en esa situación no tuvieron otra opción que dejar todo. Con los centros terapéuticos cerrados, debimos dedicarnos full time a nuestros hijos porque a ellos el encierro y la falta de actividades los pone muy mal”, cuenta.
Fue el caso de Leonor, de 36 años. Hace apenas dos años había regresado al mundo laboral, después de que en 2008 dio a luz a Martina, que fue diagnosticada con una condición dentro del espectro autista. “En un principio, yo solo quería dedicarme a ella. Cuando cumplió 10 años, en 2018, y luego de mostrar un avance notable en sus terapias, decidí buscar empleo. Yo siempre tuve en la mente que tenía que retomar mi carrera de contadora”, sostiene.
Pero la pandemia truncó sus planes. Renunció a su trabajo y, por ahora, no puede pensar en nada más que su hija. “Ella tiene que cumplir con algunas tareas y solo yo puedo ayudarla. Además soy madre soltera. Y otra cuestión es que Martina a veces se pone agresiva; es muy complicado contratar a alguien que la cuide”, confiesa Leonor, que nos relata su historia con la condición de que su apellido no salga publicado. “Me pasó más de una vez: perdí oportunidades laborales por el hecho de tener una hija con autismo. Así estamos”, aclara.
Consejos
Hasta que llegue el mundo de la pospandemia también habrá que ir pensando en la contención emocional que necesitan la mayoría de las mujeres: según un sondeo realizado por la Universidad Siglo XXI en todo el país, una de cada tres féminas está agotada. La cuarentena acentuó la brecha de género también en calidad de vida y fueron ellas quienes sufrieron más estrés por las tensiones a la hora de equilibrar trabajo y familia.
La encuesta concluyó que el 14,8% de las mujeres manifiestan sentirse decaídas, deprimidas o sin esperanzas más de la mitad de los días o casi todos los días. Los niveles de ansiedad son superiores en ellas y un ejemplo es que el 20,1% manifestó haberse preocupado demasiado por diferentes motivos, también más de la mitad de los días o casi todos los días. En contraste, en los hombres este porcentaje es casi 4% más bajo (16,4%).
La especialista en recursos humanos María Laura Colque aconseja que, aún cuando las mujeres tengan muchísimas responsabilidades, es imprescindible parar la pelota al menos una hora por día y dedicar ese momento a un relax, a hacer algo que les guste. Además, recomienda hacer replanteo importante de los próximos cinco años, especialmente entre quienes han tenido que modificar su condición laboral: “hay que pensar en volver a tirar la baraja, no desde una manera apresurada, sino con planificación y preparación para poder desarrollarse y armar un nuevo plan de carrera”.